“Bajo los truenos de las superficie, en las honduras del mar abismal, el Kraken duerme su antiguo, no invadido sueño sin sueños.”
Pálidos
reflejos se agitan alrededor de su oscura forma; Yastas esponjas de milenario crecimiento y altura se inflan sobre él, y en lo profundo de la luz enfermiza, pulpos innumerables y enormes baten con brazos gigantescos la verdosa
inmovilidad, desde secretas celdas y grutas maravillosas.
Yace ahí desde siglos, y yacerá, cebándose
dormido de inmensos gusanos marinos hasta que el fuego del Juicio Final
caliente el abismo.
Entonces,
para ser visto una sola vez por hombres y por ángeles, rugiendo surgirá y morirá en la superficie”
Este
poema de Alfred Lord Tennyson, (1809-1892), poeta inglés que sentía verdadera
pasión por las mitología nórdica y las leyendas medievales, nos sirve de
introducción para conocer más de cerca al Kraken, criatura gigantesca que,
según cuenta dicha mitología nórdica, poseía forma de pulpo o calamar, y que
sorprendía y aterrorizaba a los pobres incautos que osaban adentrarse con sus
embarcaciones en alta mar, sobre todo frente a las costas de Islandia y Noruega.
Cuentan
las antiguas crónicas que este animal de grandes dimensiones, (su lomo podía
medir hasta dos kilómetros y medio), poseía unos larguísimos y poderosos
tentáculos con los que se abrazaba a los barcos y terminaba llevándolos al
fondo del mar.
Y
es que generalmente no llegaban a advertir su presencia hasta que era demasiado
tarde, pues tal era su tamaño que mientras mantenía sus tentáculos ocultos
parecía una pequeña isla en medio del mar. Al parecer la único manera de
descubrirlos era mirar hacia el fondo del mar, pues entonces se podrían
descubrir sus rojos y brillantes rojos traspasando la oscuridad que emanaba
desde el fondo marino. Curioso resulta conocer que la única forma que existía
de apaciguar su furia era celebrando sobre su superficie, siempre y cuando se
le pillara dormido, una misa o acto religioso.
Ya
en 1555 el naturalista de origen francés Pierre Belon hablaba en sus libros de
un calamar gigante con apariencia monacal del que incluso llegó a realizar un
dibujo detallado. Él lo llamaba algo así como “monje marino”.
Siglos
más tarde, allá por el 1800, otro naturalista de nombre Pierre Denys de
Monfort, reconociendo su existencia, lo denominó Kraken al relacionarlo con las
islas misteriosas que aparecían y desaparecían, y que eran descritas en la
mitología y leyendas nórdicas, pero ya no lo veía tanto como un ser fabuloso,
sino más bien como una especie desconocida de cefalópodo de tamaño gigantesco y
que son viven en los mares del Norte. Por cierto, en noruego “kraken” significa
fabuloso monstruo marino.
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